chivo expiatorio (diccionario): una persona a la que se culpa por los errores o faltas de otros, especialmente por razones de conveniencia.
No se puede negar: la vida va cuesta abajo para mucha gente en los Estados Unidos. Este país ahora tiene una tasa de pobreza del 18%, la más alta de todos los países industrializados de occidente. Los trabajos bien pagados y manuales prácticamente han desaparecido. El sistema educativo está desmoronándose junto con la infraestructura. La gente gasta cada vez más dinero por atención médica poco confiable. De hecho, la esperanza de vida está disminuyendo y la mortalidad infantil está en alza. Las matanzas están ocurriendo frecuentemente y el abuso de las drogas ha alcanzado niveles epidémicos. Los EEUU tienen más presos que cualquier otro país. La contaminación ambiental y otros daños al medio ambiente están envenenándonos. Finalmente, la corrupción atraviesa todos los niveles del gobierno.
No nos debe sorprender entonces que la gente esté frustrada y con cólera. Lo que es más difícil de explicar es por qué tantos están dispuestos a culpar a los inmigrantes y refugiados por sus problemas. Las encuestas muestran que la mayoría de la gente en este país apoya a los inmigrantes, pero decenas de millones de ciudadanos respaldan los abusos y el reino de terror infligido a los migrantes por el gobierno de los Estados Unidos.
La gente acusa a los inmigrantes de drenar los recursos de la economía, aunque cada estudio muestran que en realidad mejoran la economía y crean más empleos. Muchos tildan injustamente a los inmigrantes como criminales, aún cuando son significativamente más respetuosos de la ley que el resto de la población. Esta ignorancia voluntaria, que ignora a los hechos, tiene sus raíces en el pensamiento irracional.
No hay duda que el mayor sentimiento antiinmigrante en este país está ligado a los blancos que son racistas. Mucha gente que ataca a los inmigrantes sostiene la idea de que EEUU es un país de blancos que gobierna dominando a la gente de color. Los nacionalistas blancos se aferran a sus privilegios raciales como posesiones atesoradas. En sus imaginaciones febriles, la llegada inminente de una mayoría no blanca se percibe como una amenaza existencial. Sus conciencias culpables los aterrorizan de que, una vez que ellos sean minoría, serán tratados de la misma manera que trataron a la gente de color. Al prohibir a los migrantes de “los países de mierda” de Asia, Africa, Latinoamérica, y el Caribe, ellos esperan detener la marea de la historia, preservando una burbuja de supremacía blanca dentro de un mundo que es multiracial.
Una de las formas más repugnante de racismo contra los inmigrantes es usarlos como chivos expiatorios. Culpan a los inmigrantes de color por todos los males de la sociedad norteamericana. El discurso que usan los acusadores empieza con la afirmación errada de que la sociedad tiene una cantidad fija de trabajo, educación, salud, y riqueza. De acuerdo a este pensamiento sesgado, la sociedad es como un gran pastel: si dejamos que alguien más tenga una tajada entonces habrá menos para nosotros. Y la razón por la que la vida va cuesta abajo hoy es supuestamente porque damos demasiado de nuestro pastel a los inmigrantes. Los inmigrantes deben mantenerse alejados de nuestro pastel, o al menos esperar en fila hasta que hayamos comido todo lo que queremos.
Aunque esta narrativa es ilógica, aun así es persistente. A sus seguidores no les importa que la inmigración es algo que nuestra sociedad necesita para manetenerse saludable, o que la inmigración crea mas riqueza—una pastel más grande. A ellos verdaderamente no les importa los derechos humanos de los migrantes, o el hecho de que la política exterior estadounidense en todos esos países haya creado una migración masiva. Lo que les importa es la creencia sola—que han identificado a personas menos poderosas que ellos mismos—gente de color—a quiénes pueden culpar por sus problemas.
Es obvio para cada uno de los que vivimos en los EEUU que la riqueza y el poder están concentradas tremendamente en manos de un número muy pequeño de personas. Los multimillonarios son los que acaparan prácticamente el pastel entero. Ellos son los parásitos reales en nuestra sociedad—no solo la nuestra, sino también de las sociedades de donde los migrantes vienen. El recorte de los impuestos de Trump canalizó billones de dolares al 1% de los más ricos—dinero que pudo haberse usado para solucionar los problemas del pueblo.
Los inculpadores de inmigrantes están totalmente concientes de esto, pero son cobardes. Se sienten demasiado débiles y temerosos de culpar a los billonarios por el deterioro causado al país, menos todavía tratan de hacer algo para detenerlos. Hacerles la lucha acarrearía algún riesgo, algún sacrificio. Pero los cobardes no tienen agallas para afrontar esto.
En vez de eso, bajo la influencia de gente como Trump y sus ricos amigos, los acusadores atacan a los inmigrantes de color—quienes son muchas veces las personas más vulnerable de la sociedad. Satanizar a los inmigrantes les dá a los cobardes una salida a su ira, mientras todavía les permite a ellos complacer a los ricos y poderosos. (Mientras tanto, los ricos y los poderosos se rien de ellos a sus espaldas).
Para los acusadores, se trata de una gratificación corto plazo de sus egos. No les importa el costo político o económico a largo plazo de hacer uso de un chivo expiatorio, siempre que esos no los afecten en este momento. Ciertamente no les importa el costo humano. De hecho, parecen que disfrutan viendo inmigrantes de color oprimidos y humillados. La crueldad es parte de la cultura de buscar chivos expiatorios.
Estos inculpadores no solo son enemigos del movimiento de los derechos humanos de los inmigrantes sino también enemigos de cada uno que lucha por justicia, igualdad y libertad. Ellos fortalecen a la elité multimillonaria, socavan nuestra solidaridad, y funcionan como tropas de choque para apoyar un sistema racista y corrupto. Debemos denunciarlos y criticarlos en cualquier momento en que cobardemente levanten sus voces.